martes, 11 de noviembre de 2014

AMALIA, DEL BOX 14

#RelatosDeUnPsicologo

By Patricio Leone
Coordinador del grupo:
"Psicólogas y psicólogos en Argentina"

Había llegado del Consultorio, de noche, extenuado, luego de una larguísima jornada.
Sonó el teléfono.

Leone, venite urgente dijo la consabida voz–. Hay una mujer con una crisis brutal. Amenaza con matar al novio.

Si no quería lidiar con imprevistos y emociones debería haberme metido a taxidermista, pensé. Así que agarré el portafolios y desandé las pocas cuadras hasta llegar.
La vi.
Altísima, con el pelo recogido y tirante hasta insinuar dolor, una coleta interminable, unos ojos que luego se revelarían fríos como un gulag, pero que en ese momento estaban encendidos por la furia, y aplanados por arcaicos padecimientos, y un cuerpo cincelado curva tras curva, por un artesano encandilado.
Era muy bella.
No, no es cierto, no lo era.
Hasta hoy logra engañarme.
Era imponente.
Imponente, esa es la palabra.


Contame –le dije, una vez adentro del Consultorio.

Así comenzamos nuestras Sesiones, las que rápidamente salieron del novio, que era, como tantas veces, el proxeneta que la regenteaba, y se fugaron hacia otros andurriales.
Era divertido salir a la Sala de Espera y verla, ahí parada, concitando las miradas recelosas, intrigadas y lujuriosas.

Sus Pacientes son todos unos pajeros –me dijo un día-.
Vos también sos Paciente mía –le contesté, sonriendo.
Usted siempre me deja sin saber que decir.

Era Dominatrix, esa modalidad de prostituta que inflige martirios y humillaciones a clientes masoquistas, que gozan con ello, y pagan con abundancia. Me contaba con detalle cada uno de sus encuentros, cómo los flagelaba, me leía las cartas que le escribían. No permitía el contacto físico. No había besos, caricias y, mucho menos, contacto sexual. Sólo súplicas, llantos y agonía.

–¿Usted es casado?
Sí –le respondí–.
Su Mujer tiene mucha suerte.
Soy tu Psicólogo. Me idealizás.
No, de verdad. Usted no sabe la basura con la que trato. Los desprecio. Mi trabajo es despreciarlos, pero lo mío es auténtico. Me repugnan. Si pudiera los mataría –dijo, seria y descorazonada–.
Si lo hacés, no me nombres –le dije, intentando suavizarla–. Se rió con una carcajada que jamás le había escuchado. Una risa de nena con trencitas.
Me hacés reír. Sos la única persona que me hace reír –me dijo, animándose al tuteo.

Fue el mes en el que murió Alejandro, mi adorado Amigo.
Una puta depresión se lo llevó en veinte días, disfrazada de una infección en la base del encéfalo.
Los tipos buenos se mueren de tristeza, sin que nadie pueda hacer nada por ellos, salvo llorarlos, sentados en una escalera marchita y demodeé.


La sesión siguiente fue dura.

Yo sé de sufrimiento –me dijo ni bien entró, mirándome, rabiosa– Usted hoy tiene olor a muerte –volvió a decirme, retirándome el tuteo.

La miré perplejo, como un animal a punto de ser devorado.

Algo así –le dije.

No vino la sesión siguiente.
Ni la otra.
Ni la posterior.
No vino más.
Nunca volví a verla.
Nunca más supe de ella.

De todos los Pacientes aprendo algo.
De Ella aprendí el sabor del asco, cuando se adhiere.
De Ella aprendí que todas las Mujeres son nenas con trencitas, cuando son felices.
De Ella aprendí que los Pacientes nos huelen, y aciertan.
De Ella aprendí que tampoco quieren compartirnos con ningún otro dolor.
Que debemos estar ahí, para ellos, como aquella Amalia del Box 14...




Lic. Diego Ignacio Almonte
Psicólogo
@Ballpointblue
almonted.ignacio@gmail.com
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